Tal y como apuntaban en su adictiva carta de presentación en formato EP, lo que venía iba a ser grande y marcaria la diferencia. Ya lo avisaban desde el logo inicial, en el que el compás le marcaba el ritmo a la navaja. Como una bendita anomalía entre tanta fórmula reciclada y efectismo de baratillo llega este Gran Oriente, vibrante y contagioso, con diez proyectiles sensoriales dirigidos al sistema nervioso central del oyente. Un placer para minorías que quiere crecer y crecer, aún asumiendo el riesgo de que tanta ferocidad pueda resultar impopular.

Nada más lejos de la realidad: su álbum de debut profundiza concienzuda y lentamente en las simas más abisales del rock, con resultados sumamente excitantes. Hablamos de una vehemencia sonora atávica, labrada a base de erupciones eléctricas que retumban y emocionan a partes iguales. Los cien pavos iniciales que Disciplina Atlántico nos pidieron prestados en la fantástica macarrada que fue "Parquesol" están más que amortizados con los vertiginosos juegos que proponen en este debut, material peligroso no apto para cardiacos.

A través de los diez cortes que forman el disco, se destilan las esencias más abruptas y primarias del rock, un magma abrasivo que abraza abiertamente la provocación. La irremediable atracción y la furia casi instantánea que ejerce "Pantano (mierda de)", elegida como adelanto para la ocasión, trasciende y retuerce, avanzando mediante espasmos de shoegazer contrahecho y toxicidad noise. Un ritmo obsesivo como ideal complemento sonoro a un sarcástico relato que aglutina pantanos, barcas a pedales y dientes rotos. Todo un recital de escapismo a la española.

De los encantos melódicos de "Anna Nicole" y sus sonrisas de Trankimazin ("si todo el mundo allí es feliz, ¿qué es lo que hacemos aquí?") a la ansiedad sónica de tardía y eterna pubertad de "Esto huele como espíritu adolescente”, donde el guiño a Nirvana se queda en el titulo. Se evidencia y se manifiesta que el ruido en todas sus dimensiones vuelve a ser la única vibración espiritual que ejerce de liberación y nos conecta a lo salvaje y primario. Y es que Brian Wilson no podía estar equivocado. El delirio “political-incorrectness-psicodélico” ya llegó y se manifiesta en cada acorde y cada frase de "Tu gemelo enfermo", de pegajosa dualidad (“tus mismos ojos, tu misma nariz, tu gemelo enfermo, tu parodia de ti”), o en la vibrante “Una mujer bajo la influencia”, donde se muestran pasados y pensados, con chirriantes saxos que anticipan dardos en forma de estrofas. También en la rugosa psicodelia inicial de “Confeti sobre fondo de sangre” y en la explosión ruidista de vientos lynchianos de “El Cristo de las sales de baño”, en la que unos versos tan manidos como "ella nunca volverá" adquieren otra dimensión emocional (no es lo que se dice sino como se dice).

No hay mejor reinvención que la más simple y bella fidelidad con la que Disciplina Atlántico han comprometido y construido su discurso, imponiendo su personalidad a cualquier influencia, que haberla la hay y que va de los nunca suficientemente reivindicados The Feelies a los mejores ochentas, los más tardíos, los de Sonic Youth o Hüsker Dü. “Gran Oriente” es un primer paso de una solidez incuestionable y esperanzadora, la sorpresa más estimulante del panorama independiente en los últimos años. Y cuando digo independiente quiero decir independiente.